24 de junio de 2014

Informe oficial de la 10.ª Asamblea del CMI

Ha sido publicado, por el momento sólo en inglés, el informe oficial de la 10.ª Asamblea General del Consejo Mundial de Iglesias (Busan, Corea del Sur, 30 de octubre - 8 de noviembre de 2013), celebrada bajo el lema-oración: “Dios de vida, condúcenos a la justicia y la paz”.

Se puede leer o descargar siguiendo este enlace.

Del Prólogo del Rev. Dr Olav Fykse Tveit, Secretario General del CMI:

En Busan examinamos las tareas que afronta el Consejo Mundial de Iglesias, nuestras relaciones en el mundo, nuestro potencial y nuestros sueños, y llegamos a hablar cada vez más de «peregrinación de justicia y paz» para describir el camino sobre el que nos está conduciendo el Dios de la vida. (...)
Este volumen es el décimo de una serie de «informes oficiales» de las Asambleas del CMI (...). Pero dentro de cada uno de estos informes hay una serie de presentaciones e informes, elaborados por comités, grupos de diálogo, líderes eclesiales, oradores destacados y otros participantes tanto en la asamblea misma como en las convocatorias pre-asamblea. Además, encontramos una amplia selección de saludos institucionales y mensajes de personas y organizaciones de toda la tierra habitada. (...)
Las muchas voces que nos hablan desde estas páginas son remarcablemente diversas, manifestando las múltiples facetas de la realidad ecuménica. Desde el sermón inicial del Patriarca Karekin II hasta la homilía conclusiva del Padre Michael Lapsley, encontramos una amplia gama de interpretaciones del tema de la asamblea. Autores mayores y jóvenes, hombres y mujeres, desde una multitud de comunidades y pueblos, están representados en la lista de contenidos y como fuentes de las afirmaciones y desafíos expresados...


16 de junio de 2014

El Papa recibe al Primado de la Iglesia Anglicana

GRANDES SANTOS, MAESTROS Y COMUNIDADES ATESTIGUAN NUESTRAS RAÍCES COMUNES

Ciudad del Vaticano, 16 junio 2014 (VIS).- La constatación de que el objetivo de la unidad plena puede parecer lejano pero es siempre la meta del camino ecuménico, y la preocupación común por los males de la humanidad, en particular el tráfico de seres humanos, han sido algunos de los temas claves del encuentro del Santo Padre con Su Gracia Justin Welby, arzobispo de Canterbury, esta mañana en el Vaticano.

''También a nosotros el Señor parece preguntarnos: ¿'De que discutíais durante el camino'? -ha dicho Francisco- Cuando Jesús planteó esa pregunta, sus discípulos se callaron porque se avergonzaban ya que estaban hablando de quien sería el más grande entre ellos. Nosotros también estamos confusos por la distancia que hay entre la llamada del Señor y nuestra pobre respuesta. Ante su mirada misericordiosa no podemos fingir que nuestra división no sea un escándalo, un obstáculo al anuncio del Evangelio de la salvación al mundo. No es raro que nuestra vista se ofusque con el peso que acarrea la historia de nuestras divisiones y nuestra voluntad no siempre está libre de esa ambición humana que, a veces, acompaña nuestro deseo de anunciar el Evangelio según el mandamiento del Señor''.

A pesar de estos claroscuros, ''el Espíritu Santo nos da fuerzas para no desalentarnos y nos invita, a confiar plenamente en su acción potente. Como discípulos que se esfuerzan por seguir al Señor -ha observado el Papa- sabemos que la fe ha llegado a nosotros a través de muchos testigos. Somos deudores de grandes santos, maestros y comunidades que nos han transmitido la fe en el curso de los siglos y que atestiguan nuestras raíces comunes''.

El Obispo de Roma recordó a este propósito que ayer el arzobispo de Canterbury celebró las vísperas en la iglesia romana de San Gregorio en el Celio, desde la cual el Papa Gregorio Magno envió al monje Agustín y a sus compañeros a evangelizar a los pueblos de Inglaterra ''dando origen a una historia de fe y de santidad de la que se habrían beneficiado muchas otras gentes europeas. Un camino glorioso que ha dejado una huella profunda en las instituciones y tradiciones eclesiales que compartimos y que constituyen un sólido fundamento para nuestra fraternidad''.

Sobre bases como esas y con el apoyo de la Comisión internacional anglicano católica y la Comisión internacional anglicano católica para la unidad y la misión, se pueden examinar con espíritu constructivo ''los viejos y nuevos retos del compromiso ecuménico'', ha añadido Francisco para entrar después en un argumento que causa el mismo ''horror'' al arzobispo Welby, la plaga del tráfico de seres humanos y las formas modernas de esclavitud, denunciada varias veces por el prelado anglicano.

''En este vasto campo de acción, que se presenta en toda su urgencia se han puesto en marcha actividades de cooperación muy significativas, sea en ámbito ecuménico que con las autoridades civiles y las organizaciones internacionales'', ha subrayado el Papa, citando en particular la red de acción contra la trata de mujeres creada por numerosos institutos religiosos femeninos. ''Nos comprometemos a perseverar en la lucha a las nuevas formas de esclavitud y confiamos en contribuir a ayudar a las víctimas y a contrastar este trágico comercio. Como discípulos enviados a sanar un mundo herido -ha concluido- doy gracias a Dios que nos ha hecho capaces de hacer un frente común contra esta plaga gravísima, con perseverancia y determinación''.

Fuente: Vatican Information Service / Imagen: Sitio del Arzobispo de Canterbury


Para seguir leyendo
• Discurso del Papa Francisco a Su Gracia Justin Welby,  Arzobispo de Canterbury. [Inglés, Italiano]
• Discurso del Arzobispo Justin Welby al Papa Francisco [Inglés]




8 de junio de 2014

Palabras del Papa Francisco durante la Invocación por la Paz


La celebración inicia en torno al minuto 45


Durante la Invocación por la Paz celebrada hoy, domingo 8 de junio, a mediodía en los Jardines Vaticanos, el Santo Padre se dirigió a los presentes con estas palabras y concluyó con la oración que transcribimos a continuación.

Señores Presidentes

Los saludo con gran alegría, y deseo ofrecerles, a ustedes y a las distinguidas Delegaciones que les acompañan, la misma bienvenida calurosa que me han deparado en mi reciente peregrinación a Tierra Santa.

Gracias desde el fondo de mi corazón por haber aceptado mi invitación a venir aquí para implorar de Dios, juntos, el don de la paz. Espero que este encuentro sea el comienzo de un camino nuevo en busca de lo que une, para superar lo que divide.

Y gracias a Vuestra Santidad, venerado hermano Bartolomé, por estar aquí conmigo para recibir a estos ilustres huéspedes. Su participación es un gran don, un valioso apoyo, y es testimonio de la senda que, como cristianos, estamos siguiendo hacia la plena unidad.

Su presencia, Señores Presidentes, es un gran signo de fraternidad, que hacen como hijos de Abraham, y expresión concreta de confianza en Dios, Señor de la historia, que hoy nos mira como hermanos uno de otro, y desea conducirnos por sus vías.

Este encuentro nuestro para invocar la paz en Tierra Santa, en Medio Oriente y en todo el mundo, está acompañado por la oración de tantas personas, de diferentes culturas, naciones, lenguas y religiones: personas que han rezado por este encuentro y que ahora están unidos a nosotros en la misma invocación. Es un encuentro que responde al deseo ardiente de cuantos anhelan la paz, y sueñan con un mundo donde hombres y mujeres puedan vivir como hermanos y no como adversarios o enemigos.

Señores Presidentes, el mundo es un legado que hemos recibido de nuestros antepasados, pero también un préstamo de nuestros hijos: hijos que están cansados y agotados por los conflictos y con ganas de llegar a los albores de la paz; hijos que nos piden derribar los muros de la enemistad y tomar el camino del diálogo y de la paz, para que triunfen el amor y la amistad.

Muchos, demasiados de estos hijos han caído víctimas inocentes de la guerra y de la violencia, plantas arrancadas en plena floración. Es deber nuestro lograr que su sacrificio no sea en vano. Que su memoria nos infunda el valor de la paz, la fuerza de perseverar en el diálogo a toda costa, la paciencia para tejer día tras día el entramado  cada vez más robusto de una convivencia respetuosa y pacífica, para gloria de Dios y el bien de todos.

Para conseguir la paz, se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra. Se necesita valor para decir sí al encuentro y no al enfrentamiento; sí al diálogo y no a la violencia; sí a la negociación y no a la hostilidad; sí al respeto de los pactos y no a las provocaciones; sí a la sinceridad y no a la doblez. Para todo esto se necesita valor, una gran fuerza de ánimo.

La historia nos enseña que nuestras fuerzas por sí solas no son suficientes. Más de una vez hemos estado cerca de la paz, pero el maligno, por diversos medios, ha conseguido impedirla. Por eso estamos aquí, porque sabemos y creemos que necesitamos la ayuda de Dios. No renunciamos a nuestras responsabilidades, pero invocamos a Dios como un acto de suprema responsabilidad, de cara a nuestras conciencias y de frente a nuestros pueblos. Hemos escuchado una llamada, y debemos responder: la llamada a romper la espiral del odio y la violencia; a doblegarla con una sola palabra: «hermano». Pero para decir esta palabra, todos debemos levantar la mirada al cielo, y reconocernos hijos de un mismo Padre.

A él me dirijo yo, en el Espíritu de Jesucristo, pidiendo la intercesión de la Virgen María, hija de Tierra Santa y Madre nuestra.

Señor, Dios de paz, escucha nuestra súplica.


Hemos intentado muchas veces y durante muchos años resolver nuestros conflictos con nuestras fuerzas, y también con nuestras armas; tantos momentos de hostilidad y de oscuridad; tanta sangre derramada; tantas vidas destrozadas; tantas esperanzas abatidas... Pero nuestros esfuerzos han sido en vano. Ahora, Señor, ayúdanos tú. Danos tú la paz, enséñanos tú la paz, guíanos tú hacia la paz. Abre nuestros ojos y nuestros corazones, y danos la valentía para decir: «¡Nunca más la guerra»; «con la guerra, todo queda destruido». Infúndenos el valor de llevar a cabo gestos concretos para construir la paz. Señor, Dios de Abraham y los Profetas, Dios amor que nos has creado y nos llamas a vivir como hermanos, danos la fuerza para ser cada día artesanos de la paz; danos la capacidad de mirar con benevolencia a todos los hermanos que encontramos en nuestro camino. Haznos disponibles para escuchar el clamor de nuestros ciudadanos que nos piden transformar nuestras armas en instrumentos de paz, nuestros temores en confianza y nuestras tensiones en perdón. Mantén encendida en nosotros la llama de la esperanza para tomar con paciente perseverancia opciones de diálogo y reconciliación, para que finalmente triunfe la paz. Y que sean desterradas del corazón de todo hombre estas palabras: división, odio, guerra. Señor, desarma la lengua y las manos, renueva los corazones y las mentes, para que la palabra que nos lleva al encuentro sea siempre «hermano», y el estilo de nuestra vida se convierta en shalom, paz, salam. Amén.



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Invocación del don de la paz: gesto profético de Francisco con los presidente de Israel y Palestina esta tarde en el Vaticano



Después del rezo mariano del Regina Coeli, el Papa saludó a todos los romanos y peregrinos, a la familias, a los grupos religiosos, asociaciones y creyentes individuales. El Santo Padre recordó finalmente la cita de esta tarde con los presidentes Simon Peres y Mahmoud Abbas en los jardines vaticanos para rezar, junto al patriarca Bartolomé I, por la paz en Tierra Santa y todo el mundo.

"Como ustedes saben, esta tarde en el Vaticano, los presidentes de Israel y Palestina se unirán a mí y al Patriarca Ecuménico de Constantinopla para invocar a Dios el don de la paz en Tierra Santa, Oriente Medio y en todo el mundo. Deseo dar las gracias a todos aquellos que, personalmente y en comunidad, han rezado y están orando por este encuentro, y se unirán espiritualmente a nuestra súplica. ¡Gracias!

Les deseo a todos un buen domingo. Buen almuerzo y hasta pronto!"

Encuentro de oración por la paz en los jardines vaticanos

(RV).- Tendrá lugar esta tarde en los jardines del Vaticano el encuentro promovido por el Papa Francisco con los presidentes de Israel y Palestina, Simon Peres y Mahmoud Abbas, entendido como una invocación de Oración por la Paz en Tierra Santa. El evento, anunciado por el Papa en Belén hace exactamente dos semanas, se llevará a cabo entre las 19,00 y las 20,00, y en él participará también el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I.

Se trata de una iniciativa sin precedentes, que ha sorprendido un poco a todos, pero que tiene un gran significado, porque ni el Papa ni sus invitados entrarán en cuestiones políticas para resolver los problemas de Oriente Medio, ni en la dinámica de las negociaciones entre las partes, ni tampoco habrá ninguna admonición, sino que se rezará por la paz.

Pero el encuentro es importante porque Francisco ha conseguido involucrar a dos protagonistas del conflicto en Oriente Medio Oriente, a dos líderes políticos, para que oren junto a él y el patriarca ortodoxo Bartolomé por la paz. Y a la vez invoquen a Dios que, según la tradición es el mismo Dios: el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Para que la paz sea sentida como un don de Dios, una responsabilidad profética con los demás.

Todos, uno después de otro, invocarán la paz a Dios. No habrá ningún tipo de sincretismo porque se rezará en tres momentos. Comenzará la comunidad de la delegación judía, seguirá la católica y terminará la musulmana siguiendo el orden cronológico de las tres religiones.

En cada ocasión, habrá un primer momento de acción de gracias por la Creación; seguirá una oración de perdón; y finalmente una invocación de paz. Tres momentos que serán separados con breves pasajes musicales de la tradición judía, cristiana y musulmana.

Acto seguido, el Papa Francisco pronunciará una alocución, a las que seguirán también las intervenciones de Simon Peres y Mahmoud Abbas. La ceremonia terminará con un gesto de paz y se sellará estrechándose todos ellos las manos. Luego, los tres en un lugar cercano plantarán sendos olivos, símbolo de la paz.

Fuente: Radio Vaticana




5 de junio de 2014

«Compartimos las mismas esperanzas y el mismo compromiso responsable»: Encuentro del Papa Francisco y el Catholicós armenio Aram I

Su Santidad Aram I
El Catholicós (primado) de la Iglesia Armenia Apostólica de Cilicia, Aram I, se encuentra en Roma desde el 3 de junio, y ha tenido hoy un un encuentro y un momento de oración con el Papa Francisco.

Tras un encuentro privado, el Santo Padre y el Patriarca Aram I accedieron a la Sala Clementina donde hubo un intercambio de dones y de discursos. Posteriormente, en la capilla Redemtoris mater rezaron una oración en común.


«Compartimos las mismas esperanzas»

''En este camino hacia la comunión plena compartimos las mismas esperanzas y el mismo compromiso responsable, conscientes de que así caminamos en la voluntad del Señor Jesucristo''. Con estas palabras el Papa Francisco ha saludado esta mañana a Su Santidad Aram I, Católicos de la Iglesia Armenia Apostólica de Cilicia, durante su encuentro en el Vaticano.

Es conocido, como ha observado el Papa, el esfuerzo de Aram I por la causa de la unidad de los creyentes en Cristo. El Catolicos ha desempeñado un papel de primera importancia en el Consejo Ecuménico de las Iglesias y en el Consejo de las Iglesias de Oriente Medio que sostienen a las comunidades cristianas en esa región, sin olvidar su aportación y la del Catolicosado de Cilicia en la Comisión Mixta de diálogo entre la Iglesia Católica y las Iglesias Ortodoxas Orientales.


«Venerar las heridas de los armenios, como heridas del mismo cuerpo de Cristo»

Francisco ha recordado que Su Santidad Aram I representa ''una parte del mundo cristiano marcada profundamente por una historia de pruebas y de sufrimientos, aceptados valerosamente por amor de Dios. La Iglesia Apostólica Armenia se ha visto obligada a ser un pueblo peregrino, experimentando así, de forma singular, el propio estar en camino hacia el Reino de Dios. La historia de emigración, persecución y martirio de tantos fieles ha dejado heridas profundas en el corazón de todos los armenios. Tenemos que considerarlas y venerarlas como las heridas del mismo cuerpo de Cristo: precisamente por eso son también motivo de esperanza inquebrantable y de confianza en la misericordia que procede del Padre''.

''¡Confianza y esperanza, cuánto las necesitamos! -exclamó el Pontífice- ¡Y cuanto las necesitan los hermanos cristianos de Oriente Medio, en particular los que viven en zonas atormentadas por el conflicto y por la violencia!. ¡Cuánto las necesitamos también nosotros, los cristianos que no tenemos que enfrentarnos a esas dificultades, pero que a menudo corremos el peligro de perdernos en el desierto de la indiferencia y del olvido de Dios, o de vivir en conflicto entre hermanos, o de sucumbir en nuestras batallas interiores contra el pecado!. Como seguidores de Cristo tenemos que aprender a llevar unos el peso de los otros, con humildad, ayudándonos así mutuamente a ser más cristianos, más discípulos de Jesús. Caminemos, pues, juntos en la caridad,como Cristo nos amó y se ofreció por nosotros''.

''En estos días que preceden Pentecostés... invoquemos con fe al Espíritu, señor y dador de vida, para que renueve la faz de la tierra y sea fuerza para restañar las heridas del mundo y reconciliar el corazón de cada ser humano con el Creador. Y que sea él, el Paráclito, el que inspire nuestro camino hacia la unidad, el que nos enseñe como alimentar los lazos de fraternidad que ya nos unen en el único bautismo y en la única fe'', terminó Francisco.

Aram I y la Iglesia Armenia Apostólica

Aram I fue elegido Catholicós de la Gran Iglesia de Cilicia, el 28 de junio de 1995, ha mantenido encuentros con San Juan Pablo II, en 1997, del 23 al 26 de enero, y con Benedicto XVI, en 2008, del 23 al 27 de noviembre. En esos días, el 24, tuvo lugar una oración ecuménica en la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico, y el 26 de noviembre, el Patriarca participó en la audiencia general.

La Iglesia Armenia Apostólica cuenta con cerca de 6 millones de fieles, comprende 2 catolicosados - Etchmiadzin y Antelias - en plena comunión, pero independientes desde el punto de vista administrativo, cuyos representantes son miembros de la Comisión Mixta Internacional para el Diálogo Teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales - y 2 patriarcados – armenio de Jerusalén y armenio de Constantinopla, que dependen de Etchmiadzin para el ámbito espiritual. Entre la Iglesia católica y la Iglesia Armenia Apostólica se han desarrollado nuevas relaciones desde el Concilio Vaticano II.


Fuentes: Radio Vaticana / Vatican Information Service


2 de junio de 2014

Convocatoria de nuestro Padre Obispo


CARTA DE CONVOCATORIA
DE NUESTRO PADRE OBISPO CARLOS J. TISSERA
PARA LA SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS 2014


«Tenemos que recordar siempre
que somos peregrinos, y peregrinamos juntos»
(Papa Francisco)

Hermanos y hermanas:

Mientras nos acercamos a la fiesta de Pentecostés, en la que celebramos la obra del Espíritu que resucitó a Jesucristo e impulsa continuamente a la Iglesia reuniendo su diversidad en la proclamación de una misma fe (Hechos 2, 9-11), les escribo para invitarlos a unirse de corazón y a participar activamente en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.

1. Oración por la unidad en nuestra Diócesis

Como cada año, en Argentina celebraremos esta Semana desde el domingo de Pentecostés hasta el domingo de la Santísima Trinidad.

Para animar y facilitar la participación de todas las comunidades en esta Semana de Oración, la Comisión diocesana de ecumenismo ha preparado un subsidio con sugerencias que puedan emplearse cada día, o al menos en alguna ocasión durante esta semana, en el camino habitual de la vida comunitaria. Además de las copias impresas disponibles, podrán encontrarlo también en página de la Comisión en Internet (http://unidadquilmes.blogspot.com.ar/).

Y, sobre todo, espero que podamos encontrarnos en la celebración ecuménica que tendrá lugar el viernes 13 de junio, a las 19 h., en el templo de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (25 de mayo N.º 24, Quilmes). En el mismo sitio de internet, podrán encontrar más información. Ojalá cada comunidad pueda estar presente, aunque sea por medio de algunos de sus miembros.

La oración por la unidad y, más ampliamente, la tarea ecuménica son un signo de la identidad de nuestra Iglesia Diocesana, un don del Espíritu entre nosotros. Los invito, entonces, a participar de corazón en estas iniciativas.

2. Peregrinamos juntos

Nunca estará de más recordar la importancia de esta tarea. La preocupación ecuménica es inseparable de nuestra vocación de bautizadas y bautizados. Unidos ya por un mismo bautismo, ¿podríamos persistir en las divisiones que, a los ojos del mundo, parecerían decir que Cristo está dividido (cf. 1Corintios 1, 13)?

Por eso mismo, se trata de un compromiso irrenunciable para la vida y el ministerio de las iglesias, no una actividad adicional o un agregado circunstancial. Es de este modo que las comunidades cristianas del mundo entero responden, se unen y se dejan incluir en la oración de Jesús en vísperas de su Pascua: «Padre, que todos sean uno para que el mundo crea» (Juan 17, 21).

Por pequeño que pudiera parecer nuestro aporte, podemos tener la certeza de que es valioso y aún imprescindible en este camino: es nuestro consentimiento humilde y confiado a la obra del Espíritu, creador de comunión, y parte de nuestro testimonio y servicio en el mundo para que la Iglesia llegue a ser efectivamente y en plenitud «signo e instrumento de unidad» (cf. Conc. Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 1).

Nos lo recordaba el Papa Francisco en su carta sobre la alegría del evangelio:
«La credibilidad del anuncio cristiano sería mucho mayor si los cristianos superaran sus divisiones (...). Tenemos que recordar siempre que somos peregrinos, y peregrinamos juntos. Para eso, hay que confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas, y mirar ante todo lo que buscamos: la paz en el rostro del único Dios. (...) Bajo esta luz, el ecumenismo es un aporte a la unidad de la familia humana» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 244-245).
3. La unidad de la Iglesia para la vida del mundo

Cuando les escribo estas líneas, las imágenes de la reciente peregrinación del Papa Francisco a Tierra Santa recorren el mundo: los encuentros con líderes de distintas religiones, la llamada al diálogo y a la paz, ese abrazo emocionado con dos responsables de la comunidad judía e islámica tras la oración ante el Muro de los Lamentos y, sobre todo, el abrazo fraterno con el Patriarca Bartolomé de Constantinopla, primado de las Iglesias Ortodoxas.

Ambos, el Papa y el Patriarca, el obispo de Roma y el de Constantinopla, emprendieron esta peregrinación para encontrarse en Jerusalén, como hace cincuenta años se encontraron el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras sellando, con el gesto histórico de su abrazo, el compromiso común por la unidad y removiendo la mutua excomunión del año 1054. Ellos mismos reafirmaban con sus palabras el significado de este «peregrinar juntos»:
«Nuestro encuentro fraterno de hoy es un nuevo y necesario paso en el camino hacia aquella unidad a la que sólo el Espíritu Santo puede conducirnos, la de la comunión dentro de la legítima diversidad» (Declaración conjunta del Patriarca Bartolomé y el Papa Francisco, 25 de mayo de 2014, 2).
Y agregaban:
«Mientras nos encontramos aún en camino hacia la plena comunión, tenemos ya el deber de dar testimonio común del amor de Dios a su pueblo colaborando en nuestro servicio a la humanidad (...). Mediante nuestro testimonio común de la Buena Nueva del Evangelio, podemos ayudar a los hombres de nuestro tiempo a redescubrir el camino que lleva a la verdad, a la justicia y a la paz» (íd., 5, 9).
También nosotros redescubramos la alegría y el impulso evangélico de este «ser peregrinos y peregrinar juntos».

Permítanme decirlo con palabras del Papa Francisco durante la celebración ecuménica, junto al Patriarca Bartolomé, en aquella iglesia que es en sí misma todo un testimonio de la fe en la resurrección, la Iglesia del Santo Sepulcro:
«No podemos negar las divisiones que todavía hay entre nosotros, discípulos de Jesús (...). Pero las divergencias no deben intimidarnos ni paralizar nuestro camino. Debemos pensar que, igual que fue movida la piedra del sepulcro, así pueden ser removidos todos los obstáculos que impiden aún la plena comunión entre nosotros. Será una gracia de resurrección, que ya hoy podemos pregustar. Siempre que nos pedimos perdón los unos a los otros por los pecados cometidos en relación con otros cristianos y tenemos el valor de conceder y de recibir este perdón, experimentamos la resurrección. Siempre que, superados los antiguos prejuicios, nos atrevemos a promover nuevas relaciones fraternas, confesamos que Cristo ha resucitado verdaderamente. Siempre que pensamos el futuro de la Iglesia a partir de su vocación a la unidad, brilla la luz de la mañana de Pascua» (Discurso del Santo Padre Francisco, 25 de mayo de 2014).
*   *   *

Hermanas y hermanos:

Con esta convicción honda de la fuerza de la resurrección, la fuerza que el Espíritu imprime a nuestro caminar en la historia, y con la seguridad de que la Virgen María, Madre del Salvador y del Pueblo de Dios, nos acompaña, también nosotros peregrinemos juntos.

Con mi bendición.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes







Oración por la paz


El Papa Francisco invitó a «su casa» a los presidentes del Estado de Israel y del Estado Palestino, con quienes tendrá un encuentro de oración por la paz, el 8 de junio próximo en Roma. Francisco ha pedido a la Iglesia que elevemos oraciones por este encuentro sin precedentes, que ha concitado la atención de la opinión pública mundial.

Sumándose a la iniciativa «un minuto por la paz», nuestra Comisión Diocesana ha preparado esta oración. La imagen que aparece más arriba, con formato de «tarjeta», se puede descargar e imprimir para llevar con vos donde vayas... Más abajo aparece la misma tarjeta, repetida tres veces, en el tamaño A4, para que puedas imprimir y distribuir en tu comunidad. Aquí incluimos el texto de la oración para quienes deseen utilizarlo de otro modo. Si reproducís este texto fuera de las tarjetas que hemos preparado (sitios de internet, publicaciones, etc.), por favor, añadí la nota de derechos:
Comisión Diocesana de Ecumenismo, Relaciones con el Judaísmo, el Islam y las Religiones, Diócesis de Quilmes. Algunos derechos reservados. Este material se encuentra bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.


Oración por la paz

Padre misericordioso,
con sabiduría guías la historia,
con amor cuidas de la humanidad.
Nos has dado a tu Hijo
 para anunciar la buena noticia de la paz
a quienes están cerca y a quienes están lejos.
Has derramado tu Espíritu sobre toda carne,
para reunir en comunión
a hombres y mujeres
de todo pueblo, lengua y nación.

Escucha la súplica de paz
en la voz de tu Iglesia,
en la voz de tu pueblo Israel y  los seguidores del Islam,
en la voz de todos los pueblos de fe.
Mira el anhelo de paz
que mueve a los hombres y mujeres de buena voluntad,
que clama a ti en el dolor de las víctimas,
que despierta el gemido de toda la creación.

Humildemente te pedimos
por todos los pueblos y naciones,
por quienes gobiernan y tienen poder de decisión,
por todo hombre y toda mujer:

Ayúdanos a madurar cada día
en la apertura y el diálogo,
en la comprensión mutua,
en el respeto a la diversidad.

Inspíranos palabras, gestos y acciones
capaces de superar toda forma de violencia,
de erradicar prejuicios e incomprensiones,
de desterrar el odio y el deseo de venganza,
para promover la solidaridad y la justicia,
la libertad y la vida digna,
la fraternidad y la unidad.

Enséñanos a transitar los caminos
que nos conducen a la paz,
don tuyo y tarea nuestra.

Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Para descargar e imprimir


     


28 de mayo de 2014

Semana de oración por la unidad de los cristianos 2014


El viernes 13 de junio, en el marco de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, las comunidades cristianas presentes en Quilmes, Berazategui y Florencio Varela nos encontramos para unir nuestra oración a la oración de Jesús: «que todos sean uno»...


Algunos afiches para descargar y publicar en la cartelera de tu comunidad

• imágenes en formato jpg, tamaño A4 (para imprimir) o más pequeña (para redes sociales, etc.), escala de grises
 

• archivo en formato pdf, tamaño A4, escala de grises y color: descargar siguiendo este enlace.


Para llegar al lugar de la celebración

La Parroquia Quilmes de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata está ubicada en 25 de mayo N.º 24, en el centro de Quilmes. Es muy accesible por medio del transporte público. Este plano te puede ser útil:



Recursos para la Semana de Oración por la Unidad

1. Materiales elaborados por el Consejo Mundial de Iglesias y el Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos.
2. Material para uso de las comunidades locales elaborado por la Comisión Diocesana.



Semana de oración por la unidad de los cristianos 2014: Recursos (1)

¿Es que Cristo está dividido?
(1Co 1. 1-17)

Materiales elaborados conjuntamente por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias y el Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos.


Enlaces externos:
Formato texto (web)
Formato pdf

Semana de oración por la unidad de los cristianos 2014: Recursos (2)

¿Es que Cristo está dividido?
(1Co 1. 1-17)


Material para uso de las comunidades locales elaborado por la Comisión Diocesana de Ecumenismo, Relaciones con el Judaísmo, el Islam y las Religiones, de la Diócesis de Quilmes.

Incluye lecturas  y oraciones para cada día, y algunos aportes para la celebración de la eucaristía.

Descargar siguiendo este enlace (pdf, enlace externo).

27 de mayo de 2014

Oración ecuménica con cantos de Taizé

Desde la Comisión Diocesana de Ecumenismo, los invitamos a participar de este espacio ecuménico: el próximo encuentro de la oración con cantos de Taizé, celebrando juntos la luz pascual de la resurrección.

De espíritu contemplativo, este espacio de oración quiere ser un tiempo sereno de encuentro con Dios a través de la escucha de la palabra, el silencio y la bella sencillez del canto... Un espacio ecuménico, abierto a todas y todos, para ir juntos a las fuentes de la fe.

Será el domingo 1º de junio, a las 18 h., en la Parroquia San Jerónimo (Fcio. Varela).





25 de mayo de 2014

Declaración Conjunta del Patriarca Bartolomé y el Papa Francisco

Delegación Apostólica en Jerusalén
Domingo 25 de mayo de 2014


1. Como nuestros venerables predecesores, el Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras, que se encontraron aquí en Jerusalén hace cincuenta años, también nosotros, el Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico Bartolomé, hemos querido reunirnos en Tierra Santa, “donde nuestro común Redentor, Cristo nuestro Señor, vivió, enseñó, murió, resucitó y ascendió a los cielos, desde donde envió el Espíritu Santo sobre la Iglesia naciente” (Comunicado común del Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras, publicado tras su encuentro del 6 de enero de 1964). Nuestra reunión –un nuevo encuentro de los Obispos de las Iglesias de Roma y Constantinopla, fundadas a su vez por dos hermanos, los Apóstoles Pedro y Andrés– es fuente de profunda alegría espiritual para nosotros. Representa una ocasión providencial para reflexionar sobre la profundidad y la autenticidad de nuestros vínculos, fruto de un camino lleno de gracia por el que el Señor nos ha llevado desde aquel día bendito de hace cincuenta años.

2. Nuestro encuentro fraterno de hoy es un nuevo y necesario paso en el camino hacia aquella unidad a la que sólo el Espíritu Santo puede conducirnos, la de la comunión dentro de la legítima diversidad. Recordamos con profunda gratitud los pasos que el Señor nos ha permitido avanzar. El abrazo que se dieron el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras aquí en Jerusalén, después de muchos siglos de silencio, preparó el camino para un gesto de enorme importancia: remover de la memoria y de la mente de las Iglesias las sentencias de mutua excomunión de 1054. Este gesto dio paso a un intercambio de visitas entre las respectivas Sedes de Roma y Constantinopla, a una correspondencia continua y, más tarde, a la decisión tomada por el Papa Juan Pablo II y el Patriarca Dimitrios, de feliz memoria, de iniciar un diálogo teológico sobre la verdad entre Católicos y Ortodoxos. A lo largo de estos años, Dios, fuente de toda paz y amor, nos ha enseñado a considerarnos miembros de la misma familia cristiana, bajo un solo Señor y Salvador, Jesucristo, y a amarnos mutuamente, de modo que podamos confesar nuestra fe en el mismo Evangelio de Cristo, tal como lo recibimos de los Apóstoles y fue expresado y transmitido hasta nosotros por los Concilios Ecuménicos y los Padres de la Iglesia. Aun siendo plenamente conscientes de no haber alcanzado la meta de la plena comunión, confirmamos hoy nuestro compromiso de avanzar juntos hacia aquella unidad por la que Cristo nuestro Señor oró al Padre para que “todos sean uno” (Jn 17,21).

3. Con el convencimiento de que dicha unidad se pone de manifiesto en el amor de Dios y en el amor al prójimo, esperamos con impaciencia que llegue el día en el que finalmente participemos juntos en el banquete Eucarístico. En cuanto cristianos, estamos llamados a prepararnos para recibir este don de la comunión eucarística, como nos enseña san Ireneo de Lyon (Adv. haer., IV,18,5: PG 7,1028), mediante la confesión de la única fe, la oración constante, la conversión interior, la vida nueva y el diálogo fraterno. Hasta llegar a esta esperada meta, manifestaremos al mundo el amor de Dios, que nos identifica como verdaderos discípulos de Jesucristo (cf. Jn 13,35).

4. En este sentido, el diálogo teológico emprendido por la Comisión Mixta Internacional ofrece una aportación fundamental en la búsqueda de la plena comunión entre católicos y ortodoxos. En los periodos sucesivos de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, y del Patriarca Dimitrios, el progreso de nuestros encuentros teológicos ha sido sustancial. Hoy expresamos nuestro sincero aprecio por los logros alcanzados hasta la fecha, así como por los trabajos actuales. No se trata de un mero ejercicio teórico, sino de un proceder en la verdad y en el amor, que requiere un conocimiento cada vez más profundo de las tradiciones del otro para llegar a comprenderlas y aprender de ellas. Por tanto, afirmamos nuevamente que el diálogo teológico no pretende un mínimo común denominador para alcanzar un acuerdo, sino más bien profundizar en la visión que cada uno tiene de la verdad completa que Cristo ha dado a su Iglesia, una verdad que se comprende cada vez más cuando seguimos las inspiraciones del Espíritu santo. Por eso, afirmamos conjuntamente que nuestra fidelidad al Señor nos exige encuentros fraternos y diálogo sincero. Esta búsqueda común no nos aparta de la verdad; sino que más bien, mediante el intercambio de dones, mediante la guía del Espíritu Santo, nos lleva a la verdad completa (cf. Jn 16,13).

5. Y, mientras nos encontramos aún en camino hacia la plena comunión, tenemos ya el deber de dar testimonio común del amor de Dios a su pueblo colaborando en nuestro servicio a la humanidad, especialmente en la defensa de la dignidad de la persona humana, en cada estadio de su vida, y de la santidad de la familia basada en el matrimonio, en la promoción de la paz y el bien común y en la respuesta ante el sufrimiento que sigue afligiendo a nuestro mundo. Reconocemos que el hambre, la pobreza, el analfabetismo, la injusta distribución de los recursos son un desafío constante. Es nuestro deber intentar construir juntos una sociedad justa y humana en la que nadie se sienta excluido o marginado.

6. Estamos profundamente convencidos de que el futuro de la familia humana depende también de cómo salvaguardemos –con prudencia y compasión, a la vez que con justicia y rectitud– el don de la creación, que nuestro Creador nos ha confiado. Por eso, constatamos con dolor el ilícito maltrato de nuestro planeta, que constituye un pecado a los ojos de Dios. Reafirmamos nuestra responsabilidad y obligación de cultivar un espíritu de humildad y moderación de modo que todos puedan sentir la necesidad de respetar y preservar la creación. Juntos, nos comprometemos a crear una mayor conciencia del cuidado de la creación; hacemos un llamamiento a todos los hombres de buena voluntad a buscar formas de vida con menos derroche y más austeras, que no sean tanto expresión de codicia cuanto de generosidad para la protección del mundo creado por Dios y el bien de su pueblo.

7. Asimismo, necesitamos urgentemente una efectiva y decidida cooperación de los cristianos para tutelar en todo el mundo el derecho a expresar públicamente la propia fe y a ser tratados con equidad en la promoción de lo que el Cristianismo sigue ofreciendo a la sociedad y a la cultura contemporánea. A este respecto, invitamos a todos los cristianos a promover un auténtico diálogo con el Judaísmo, el Islam y otras tradiciones religiosas. La indiferencia y el desconocimiento mutuo conducen únicamente a la desconfianza y, a veces, desgraciadamente incluso al conflicto.

8. Desde esta santa ciudad de Jerusalén, expresamos nuestra común preocupación profunda por la situación de los cristianos en Medio Oriente y por su derecho a seguir siendo ciudadanos de pleno derecho en sus patrias. Con confianza, dirigimos nuestra oración a Dios omnipotente y misericordioso por la paz en Tierra Santa y en todo Medio Oriente. Pedimos especialmente por las Iglesias en Egipto, Siria e Iraq, que han sufrido mucho últimamente. Alentamos a todas las partes, independientemente de sus convicciones religiosas, a seguir trabajando por la reconciliación y por el justo reconocimiento de los derechos de los pueblos. Estamos convencidos de que no son las armas, sino el diálogo, el perdón y la reconciliación, los únicos medios posibles para lograr la paz.

9. En un momento histórico marcado por la violencia, la indiferencia y el egoísmo, muchos hombres y mujeres se sienten perdidos. Mediante nuestro testimonio común de la Buena Nueva del Evangelio, podemos ayudar a los hombres de nuestro tiempo a redescubrir el camino que lleva a la verdad, a la justicia y a la paz. Unidos en nuestras intenciones y recordando el ejemplo del Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras, de hace 50 años, pedimos que todos los cristianos, junto con los creyentes de cualquier tradición religiosa y todos los hombres de buena voluntad reconozcan la urgencia del momento, que nos obliga a buscar la reconciliación y la unidad de la familia humana, respetando absolutamente las legítimas diferencias, por el bien de toda la humanidad y de las futuras generaciones.

10. Al emprender esta peregrinación en común al lugar donde nuestro único Señor Jesucristo fue crucificado, sepultado y resucitado, encomendamos humildemente a la intercesión de la Santísima siempre Virgen María los pasos sucesivos en el camino hacia la plena unidad, confiando a la entera familia humana al amor infinito de Dios.

“El Señor ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz” (Nm 6,25-26)

Jerusalén, 25 de mayo de 2014.


Fuente: Santa Sede / Imagen de cabecera: Patriarcado Ecuménico


Encuentro entre el Patriarca Bartolomé y el Papa Francisco en la Basílica del Santo Sepulcro

Encuentro entre el Patriarca Atenágoras
y el Papa Pablo VI
(1964)
Encuentro entre el Patriarca Bartolomé
y el Papa Francisco
(2014)



CELEBRACIÓN ECUMÉNICA CON OCASIÓN DEL 50 ANIVERSARIO DEL ENCUENTRO EN JERUSALÉN ENTRE EL PAPA PABLO VI Y EL PATRIARCA ATENÁGORAS

Basílica del Santo Sepulcro, Jerusalén
Domingo 25 de mayo de 2014


Breve informe del Encuentro (Rome Reports)
Ver video completo de la celebración (Radio Vaticana)



DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Santidad, queridos hermanos Obispos, queridos hermanos y hermanas:

En esta Basílica, a la que todo cristiano mira con profunda veneración, llega a su culmen la peregrinación que estoy realizando junto con mi amado hermano en Cristo, Su Santidad Bartolomé. Peregrinamos siguiendo las huellas de nuestros predecesores, el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras, que, con audacia y docilidad al Espíritu Santo, hicieron posible, hace cincuenta años, en la Ciudad santa de Jerusalén, el encuentro histórico entre el Obispo de Roma y el Patriarca de Constantinopla. Saludo cordialmente a todos los presentes. De modo particular, agradezco vivamente a Su Beatitud Teófilo, que ha tenido a bien dirigirnos unas amables palabras de bienvenida, así como a Su Beatitud Nourhan Manoogian y al Reverendo Padre Pierbattista Pizzaballa, que hayan hecho posible este momento.

Es una gracia extraordinaria estar aquí reunidos en oración. El Sepulcro vacío, ese sepulcro nuevo situado en un jardín, donde José de Arimatea colocó devotamente el cuerpo de Jesús, es el lugar de donde salió el anuncio de la resurrección: “No tengan miedo, ya sé que buscan a Jesús el crucificado. No está aquí: ha resucitado, como había dicho. Vengan a ver el sitio donde yacía y vayan aprisa a decir a sus discípulos: ‘Ha resucitado de entre los muertos’” (Mt 28,5-7). Este anuncio, confirmado por el testimonio de aquellos a quienes se apareció el Señor Resucitado, es el corazón del mensaje cristiano, trasmitido fielmente de generación en generación, como afirma desde el principio el apóstol Pablo: “Lo primero que les transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras” (1 Co15,3-4). Lo que nos une es el fundamento de la fe, gracias a la cual profesamos juntos que Jesucristo, unigénito Hijo del Padre y nuestro único Señor, “padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos” (Símbolo de los Apóstoles). Cada uno de nosotros, todo bautizado en Cristo, ha resucitado espiritualmente en este sepulcro, porque todos en el Bautismo hemos sido realmente incorporados al Primogénito de toda la creación, sepultados con Él, para resucitar con Él y poder caminar en una vida nueva (cf. Rm 6,4).

Acojamos la gracia especial de este momento. Detengámonos con devoto recogimiento ante el sepulcro vacío, para redescubrir la grandeza de nuestra vocación cristiana: somos hombres y mujeres de resurrección, no de muerte. Aprendamos, en este lugar, a vivir nuestra vida, los afanes de la Iglesia y del mundo entero a la luz de la mañana de Pascua. El Buen Pastor, cargando sobre sus hombros todas las heridas, sufrimientos, dolores, se ofreció a sí mismo y con su sacrificio nos ha abierto las puertas a la vida eterna. A través de sus llagas abiertas se derrama en el mundo el torrente de su misericordia. No nos dejemos robar el fundamento de nuestra esperanza, que es precisamente éste: Christós anesti. No privemos al mundo del gozoso anuncio de la Resurrección. Y no hagamos oídos sordos al fuerte llamamiento a la unidad que resuena precisamente en este lugar, en las palabras de Aquel que, resucitado, nos llama a todos nosotros “mis hermanos” (cf. Mt 28,10; Jn 20,17).

Ciertamente, no podemos negar las divisiones que todavía hay entre nosotros, discípulos de Jesús: este lugar sagrado nos hace sentir con mayor dolor el drama. Y, sin embargo, cincuenta años después del abrazo de aquellos dos venerables Padres, hemos de reconocer con gratitud y renovado estupor que ha sido posible, por impulso del Espíritu Santo, dar pasos realmente importantes hacia la unidad. Somos conscientes de que todavía queda camino por delante para alcanzar aquella plenitud de comunión que pueda expresarse también compartiendo la misma Mesa eucarística, como ardientemente deseamos; pero las divergencias no deben intimidarnos ni paralizar nuestro camino. Debemos pensar que, igual que fue movida la piedra del sepulcro, así pueden ser removidos todos los obstáculos que impiden aún la plena comunión entre nosotros. Será una gracia de resurrección, que ya hoy podemos pregustar. Siempre que nos pedimos perdón los unos a los otros por los pecados cometidos en relación con otros cristianos y tenemos el valor de conceder y de recibir este perdón, experimentamos la resurrección. Siempre que, superados los antiguos prejuicios, nos atrevemos a promover nuevas relaciones fraternas, confesamos que Cristo ha resucitado verdaderamente. Siempre que pensamos el futuro de la Iglesia a partir de su vocación a la unidad, brilla la luz de la mañana de Pascua. A este respecto, deseo renovar la voluntad ya expresada por mis Predecesores, de mantener un diálogo con todos los hermanos en Cristo para encontrar una forma de ejercicio del ministerio propio del Obispo de Roma que, en conformidad con su misión, se abra a una situación nueva y pueda ser, en el contexto actual, un servicio de amor y de comunión reconocido por todos (cf. Juan Pablo II, Enc. Ut unum sint, 95-96).

Peregrinando en estos santos Lugares, recordamos en nuestra oración a toda la región de Oriente Medio, desgraciadamente lacerada con frecuencia por la violencia y los conflictos armados. Y no nos olvidamos en nuestras intenciones de tantos hombres y mujeres que, en diversas partes del mundo, sufren a causa de la guerra, de la pobreza, del hambre; así como de los numerosos cristianos perseguidos por su fe en el Señor Resucitado. Cuando cristianos de diversas confesiones sufren juntos, unos al lado de los otros, y se prestan los unos a los otros ayuda con caridad fraterna, se realiza el ecumenismo del sufrimiento, se realiza el ecumenismo de sangre, que posee una particular eficacia no sólo en los lugares donde esto se produce, sino, en virtud de la comunión de los santos, también para toda la Iglesia. Aquellos que matan, que persiguen a los cristianos por odio a la fe, no les preguntan si son ortodoxos o si son católicos: son cristianos. La sangre cristiana es la misma.

Santidad, querido Hermano, queridos hermanos todos, dejemos a un lado los recelos que hemos heredado del pasado y abramos nuestro corazón a la acción del Espíritu Santo, el Espíritu del Amor (cf. Rm 5,5), para caminar juntos hacia el día bendito en que reencontremos nuestra plena comunión. En este camino nos sentimos sostenidos por la oración que el mismo Jesús, en esta Ciudad, la vigilia de su pasión, elevó al Padre por sus discípulos, y que no nos cansamos, con humildad, de hacer nuestra: “Que sean una sola cosa… para que el mundo crea” (Jn 17,21). Y cuando la desunión nos haga pesimistas, poco animosos, desconfiados, vayamos todos bajo el mando de la Santa Madre de Dios. Cuando en el alma cristiana hay turbulencias espirituales, solamente bajo el manto de la Santa Madre de Dios encontramos paz. Que Ella nos ayude en este camino.

Fuente: Santa Sede


HOMILÍA DE SU SANTIDAD EL PATRIARCA ECUMÉNICO BARTOLOMÉ

"No tengan miedo, ya sé que buscan a Jesús el crucificado. No está aquí: ha resucitado, como había dicho. Vengan a ver el sitio donde yacía" (Mt 28,5-6).

Santidad y amado hermano en Cristo,

Beatitud, Patriarca de la Ciudad Santa de Jerusalén, muy querido hermano y concelebrante en el Señor,

Eminencias, Excelencias, y muy reverendos representantes de diversas iglesias y confesiones cristianas,

Queridos hermanos y hermanas:

Con admiración, emoción y veneración, nos encontramos ante "el lugar donde yacía" el Señor, el sepulcro vivificante del que resurgió la vida. Y glorificamos al Dios misericordioso, que nos ha hecho dignos a nosotros, sus siervos inútiles, de esta sublime bendición de peregrinar a este lugar donde se realizó el misterio de la salvación del mundo. "Qué terrible es este lugar: no es sino la casa de Dios y la puerta del cielo" (Gn 28,17).

Hemos venido "a ver el sepulcro" (Mt 28,1), como las mujeres que llevaban mirra el primer día de la semana, y también nosotros, como ellas, escuchamos la exhortación del Ángel: "No tengan miedo". Quiten todo temor de sus corazones, no duden, no desesperen. Esta Tumba irradia un mensaje de ánimo, de esperanza y de vida.

El primer mensaje y el más grande que sale de este Sepulcro vacío es que la muerte, nuestro "último enemigo" (cf. 1 Co 15,26), la fuente de todos los miedos y pasiones, ha sido vencida; ya no tiene la última palabra en nuestra vida. Ha sido derrotada por el amor, por Aquel que voluntariamente aceptó someterse a la muerte por los demás. Toda muerte a causa del amor, a causa de otro, se transforma en vida, en vida verdadera. "Cristo ha resucitado de los muertos, por la muerte, la muerte hollando; y a los que están en las tumbas la vida dando".

Así pues, no teman a la muerte, pero no tengan tampoco miedo al mal, independientemente de la forma en que se presente en nuestra vida. En la Cruz de Cristo confluyeron todas las asechanzas del mal: odio, violencia, injustica, dolor, humillación –todo lo que sufren los pobres, los indefensos, los oprimidos, los explotados, los marginados y los ultrajados en nuestro mundo–. Sin embargo, tengan por cierto, todos los que son crucificados en esta vida, que, igual que en el caso de Cristo, la Resurrección sigue a la Cruz; que el odio, la violencia y la injustica no tienen ninguna salida; y que el futuro es de la justicia, del amor y de la vida. Por eso, hay que empeñarse en este sentido con todos los medios posibles de amor, fe y paciencia.

Además, hay otro mensaje que surge de esta venerable Tumba, ante la que nos encontramos en este momento. Es el mensaje de que no se puede programar la historia; que la última palabra de la historia no pertenece al hombre, sino a Dios. En vano vigilaron los guardias del poder secular esta Tumba. En vano colocaron una piedra muy grande bloqueando la puerta de la Tumba, para que nadie pudiera moverla. En vano hacen sus estrategias a largo plazo los poderosos de este mundo – todo está supeditado en último término al juicio y a la voluntad de Dios. Todo intento de la humanidad contemporánea de programar el futuro por su cuenta, sin contar con Dios, constituye una vana presunción.

Finalmente, esta Tumba sagrada nos invita a vencer otro miedo que es quizás el más extendido en nuestra época moderna: el miedo al otro, el miedo a lo diferente, el miedo al que sigue otro credo, otra religión u otra confesión. La discriminación racial o de cualquier otro tipo está todavía generalizada en muchas de nuestras sociedades contemporáneas; y lo peor es que frecuentemente incluso impregna la vida religiosa de los pueblos. El fanatismo religioso amenaza la paz en muchas regiones de la tierra, donde incluso el don de la vida es sacrificado en el altar del odio religioso. En estas circunstancias, el mensaje de la tumba vivificante es urgente y claro: amor al otro, al diferente, a los seguidores de otros credos y de otras confesiones. Amarlos como a hermanos y hermanas. El odio lleva a la muerte mientras que el amor "expulsa el temor" (1 Jn 4,18) y conduce a la vida.

Queridos amigos:

Hace 50 años que dos grandes líderes, el Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras, expulsaron el miedo; se liberaron del miedo que había prevalecido durante un milenio, un miedo que había mantenido las dos antiguas Iglesias, de Occidente y de Oriente, lejos una de otra, a veces incluso enfrentadas la una a la otra. Encontrándose en este lugar sagrado, cambiaron miedo por amor. Como sucesores suyos, siguiendo sus huellas y conmemorando su heroica iniciativa, aquí nos encontramos con con Su Santidad el Papa Francisco. Hemos intercambiado un abrazo de amor, si bien nuestro camino hacia la plena comunión en el amor y en la verdad (Ef 4,15) continúa, "para que el mundo crea" (Jn 17,21) que no hay otro camino para la vida sino el camino del amor, la reconciliación, la paz auténtica y la fidelidad a la Verdad.

Éste es el camino que todos los cristianos están llamados a seguir en sus mutuas relaciones –independientemente de la confesión a la que pertenezcan-, dando ejemplo al resto del mundo. El camino puede ser largo y arduo, incluso a veces puede parecer un callejón sin salida. Sin embargo, es el único camino que conduce al cumplimiento de la voluntad de Dios que quiere "que [sus discípulos] sean uno" (Jn 17,21). Esta voluntad divina abrió el camino recorrido por el guía de nuestra fe, nuestro Señor Jesucristo, que fue crucificado y resucitó en este lugar santo. A Él la gloria y el poder, con el Padre y el Santo Espíritu, por los siglos de los siglos. Amén.

"Queridos, amémonos los unos a los otros, ya que el amor es de Dios" (1 Jn 4,7)



(Archivo del Patriarcado Ecuménico)

18 de marzo de 2014

La Iglesia: Hacia una visión común

Monograma de Cristo
(fresco en la iglesia de Lullingstone Villa, siglo IV)
La comprensión de la identidad y la misión de la Iglesia es ciertamente uno de los temas centrales y más problemáticos del diálogo ecuménico desde hace algunas décadas. El Consejo Mundial de Iglesias, sobre todo en su Comisión Fe y Constitución, ha dedicado un importante esfuerzo al diálogo teológico en vistas de un consenso entre las diversas familias eclesiales. Ya que en los próximos días tendrá lugar una nueva reunión del Comité permanente de Fe y Constitución, presentamos el último documento de la Comisión sobre este punto: La Iglesia. Hacia una visión común. Es un texto de convergencia, llamado a marcar un hito en el camino hacia una visión común.

¿Que podemos decir juntos sobre la Iglesia del Dios Trinitario en orden a crecer en comunión, a trabajar juntos por la justicia y la paz en el mundo, a superar juntos nuestras divisiones pasadas y presentes? La Iglesia. Hacia una visión común ofrece una notable respuesta a esta pregunta. Elaborado por teólogos de la más amplia diversidad de tradiciones cristianas y culturas, el documento trata en primer lugar sobre la misión, unidad y ser de la Iglesia en la vida trinitaria de Dios. Trata después sobre nuestro crecimiento en comunión –en la fe apostólica, la vida sacramental y el ministerio– como iglesias llamadas a vivir en y para el mundo.

Leer el documento: La Iglesia. Hacia una visión común (pdf, enlace externo)



14 de marzo de 2014

Synaxis (Asamblea) de los Primados de las Iglesias Ortodoxas

Por invitación de Su Santidad el Patriarca Ecuménico de Constantinopla Bartolomé, los Primados de todas las Iglesias Ortodoxas autocéfalas se reunieron en una Synaxis (Asamblea), del 6 al 9 de marzo de 2014, en la sede patriarcal de Fanar. Durante la Asamblea se debatieron temáticas de interés para toda las Iglesias Ortodoxas en el mundo y se previeron detalles sobre el Santo y Grande Concilio, cuya preparación está ya avanzada, a celebrarse en 2016.

Durante la solemne celebración de la Divina Liturgia con motivo de la Gran Fiesta de la Ortodoxia, domingo que da inicio al tiempo de Cuaresma en la tradición bizantina, se leyó desde el Ambón Patriarcal el Mensaje de la Synaxis a las Iglesias del mundo entero.


Mensaje
Synaxis de los Primados de las Iglesias ortodoxas



En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. 

Por la gracia de Dios, los primados de las Santísimas Iglesias ortodoxas autocéfalas, a los fieles ortodoxos de todo el mundo, a todos nuestros hermanos y hermanas cristianos, así como a todas las personas de buena voluntad: extendemos la bendición de Dios y nuestro saludo de amor y paz.

"Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes y los mencionamos en nuestras oraciones, recordando ante nuestro Dios y Padre la obra de vuestra fe, el trabajo de amor, y la tenacidad de vuestra esperanza en nuestro Señor Jesucristo." (1 Tes. 1,2 - 3)

1. Habiendo sido convocados por la gracia de nuestro compasivo Dios, a través de la invitación del Arzobispo de Constantinopla y Patriarca Ecuménico Bartolomé, en el Fanar, desde el 6 al 9 de Marzo de 2014; habiendo deliberado en el amor fraterno asuntos concernientes a nuestra Santa Iglesia hoy, y concelebrando en la iglesia patriarcal de San Jorge, en la ocasión gloriosa del domingo de la Ortodoxia, nos dirigimos a vosotros con estas palabras de amor, paz y consuelo.

Puesto que nuestra Iglesia Una, Santa, Católica, Apostólica, y Ortodoxa mora en el mundo, también experimenta los desafíos de cada época. Fiel a la Sagrada Tradición, la Iglesia de Cristo está en constante diálogo con cada período de tiempo, sufriendo con los seres humanos y compartiendo sus angustias. Ya que "Jesucristo es el mismo ayer, hoy , y por los siglos". (Heb. 13.8) .

Las pruebas y los desafíos de la historia son especialmente agudos en nuestros días, y los cristianos ortodoxos no pueden permanecer al margen o ser indiferente a ellos. Es por esto que nos hemos reunido "en un mismo lugar" (Hch. 2,1) con el fin de reflexionar sobre los problemas y las tentaciones que enfrenta la humanidad hoy en día. "Hay enfrentamientos fuera y miedo dentro." (II Cor. 7, 5) Estas palabras apostólicas son también válidas para la Iglesia de hoy.

2. Al reflexionar sobre el sufrimiento de la gente en todo el mundo, expresamos nuestro apoyo al martirio y nuestra admiración por el testimonio de los cristianos en Oriente Medio, África y otras partes del mundo. Hacemos un llamado a considerar su doble martirio: por su fe, así como por la salvaguardia de su relación histórica con las gentes de otras creencias religiosas. Denunciamos la falta de paz y estabilidad, lo que está provocando a los cristianos que abandonen la tierra donde nació nuestro Señor Jesucristo, y desde donde la buena nueva se extendió a todo el mundo.

Nuestra simpatía se extiende a todas las víctimas de la tragedia en Siria. Condenamos toda forma de terrorismo y detracción de la religión. El secuestro de los Metropolitanos Pablo y Youhanna, de otros clérigos y de las monjas del Convento de Santa Tecla, en Maalula sigue siendo una herida abierta, y exigimos su liberación inmediata.

Hacemos un llamamiento a todos los involucrados por el cese inmediato de las acciones militares, la liberación de los cautivos, y el establecimiento de la paz en la región a través del diálogo. Los cristianos en Oriente Medio son un fermento de paz. Paz para toda la gente también significa la paz para los cristianos. Apoyamos al Patriarcado de Antioquía en su ministerio espiritual y humanitario, así como sus esfuerzos para la reconstrucción y el reasentamiento de todos los refugiados.

3. Fervientemente oramos por la negociación pacífica y la reconciliación en oración en la actual crisis en Ucrania. Denunciamos las amenazas de ocupación violenta de los sagrados monasterios e iglesias, y oramos por el regreso de nuestros hermanos en la actualidad fuera de la comunión eclesial a la Santa Iglesia.

4. Una amenaza fundamental para la justicia y la paz -tanto a nivel local como a nivel mundial- es la crisis económica mundial. Las ramificaciones de ésta son evidentes en todas las capas de la sociedad, donde valores como la integridad personal, la solidaridad fraterna y la justicia a menudo faltan. Los orígenes de esta crisis no son meramente financiera. Son morales y espirituales en carácter. En lugar de conformarnos a los ídolos mundanos de poder, la codicia y el hedonismo, hacemos hincapié en nuestra vocación de transformar el mundo, asumiendo los principios de la justicia, la paz y el amor.

Como resultado del egocentrismo y el abuso de poder, muchas personas socavan el carácter sagrado de la persona humana, dejando de ver el rostro de Dios en el más pequeño de nuestros hermanos y hermanas (cf. Mat. 25, 40-45). Muchos permanecen indiferentes a la pobreza, el sufrimiento y la violencia que azotan a la humanidad.

5. La Iglesia está llamada a articular su palabra profética. Expresamos nuestra preocupación genuina acerca de las tendencias locales y globales que socavan y erosionan los principios de la fe, la dignidad de la persona humana, la institución del matrimonio, y el don de la creación.

Hacemos hincapié en la santidad indiscutible de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. Reconocemos el matrimonio como la unión de hombre y mujer que refleja la unión entre Cristo y su Iglesia. Nuestra vocación es la de preservar el medio ambiente natural como administradores y no propietarios de la creación. En este período de la Gran Cuaresma , exhortamos a nuestros clérigos y laicos para observar un espíritu de arrepentimiento , de experimentar la pureza de corazón , la humildad y el perdón , dando testimonio de las enseñanzas eternas de nuestro Señor Jesucristo en la sociedad.

6. Esta Synaxis de Primados es una bendita ocasión para nosotros a fin de reforzar nuestra unidad a través de la comunión y la cooperación. Afirmamos nuestro compromiso con la importancia primordial de la sinodalidad para la unidad de la Iglesia. Afirmamos las palabras de San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla, que "el nombre de la Iglesia significa la unidad y la concordia, no la división." Nuestro corazón está puesto en el tan esperado Santo y Gran Sínodo de la Iglesia Ortodoxa, a fin de testimoniar su unidad, así como su responsabilidad y cuidado para con el mundo contemporáneo.

La Synaxis acordó en que el trabajo preparatorio para el Sínodo debería intensificarse. Un Comité especial Inter-ortodoxo trabajará a partir de septiembre de 2014 hasta la santa Pascua de 2015, seguido por una Conferencia Pan-Ortodoxa Pre-sinodal que se celebrará en el primer semestre de 2015. Todas las decisiones en el Sínodo y en las etapas preparatorias se toman por consenso. El Santo y Gran Sínodo de la Iglesia Ortodoxa será convocadas por el Patriarca Ecuménico de Constantinopla en 2016, a menos que ocurra algo inesperado. El Sínodo será presidido por el Patriarca Ecuménico. Sus hermanos Primados de las demás Iglesias Ortodoxa Autocéfala se sentarán a su derecha y a su izquierda.

7. Inseparablemente interconectada con la unión está la misión. La Iglesia no vive para sí misma, sinó que está obligada a dar testimonio y compartir los dones de Dios con los que están cerca y lejos. En la participación en la divina Eucaristía y la oración por la ecúmene, estamos llamados a continuar con esta liturgia después de la liturgia, compartiendo los dones de la verdad y el amor con toda la humanidad, de conformidad con el último mandamiento y la promesa del Señor: "Id, y haced discípulos de todas las naciones . . . Y he aquí que yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos " (Mt 28,19-20 ) .

8. Vivimos en un mundo donde la multiculturalidad y el pluralismo son realidades inevitables, que están cambiando constantemente. Somos conscientes del hecho de que ningún problema en nuestro tiempo puede ser considerado o resuelto sin referencia al nivel mundial, que cualquier polarización entre lo local y lo ecuménico sólo conduce a la distorsión de la forma ortodoxa de pensar.

Por lo tanto, incluso ante la cara de las voces de la disensión, la segregación y división, estamos decididos a proclamar el mensaje de la Ortodoxía. Reconocemos que el diálogo es siempre mejor que el conflicto. El retroceso y el aislacionismo nunca son opciones. Reafirmamos nuestra obligación en todo momento de ser abiertos en nuestro contacto con "el otro": con otras personas y otras culturas, así como con otros cristianos y personas de otras religiones.

9. Por encima y más allá de todos los desafíos, proclamamos la buena noticia de un Dios que "tanto amó al mundo" que Él "puso su morada entre nosotros." Por lo tanto, nosotros los ortodoxos permanecemos llenos de esperanza. A pesar de todas las tensiones, nos atrevemos a espera, sin embargo, en el "Dios todopoderoso, que es y que era y que ha de venir". (Apoc. 1,8) Pues recordamos que la última palabra - la palabra de la alegría, el amor y la vida - pertenece a Él, a quien se debe toda gloria, honor y adoración por los siglos de los siglos. Amén.

En Fanar, 9 de marzo de2014.

+ Bartolomé de Constantinopla
+ Theodoros de Alexandria
+ Theophilos de Jerusalén
+ Kirillos de Moscú
+ Irineos de Serbia
+ Daniel de Rumania
+ Neófitos de Bulgaria
+ Elias de Georgia
+ Crisostomos de Chipre
+ Hieronymos de Atenas
+ Savas de Varsovia
+ Anastasiosde Tirana


Fotografías: N. Manginas para el Patriarcado Ecuménico y P. Igor Palkin para Phos Phanariou.
Texto del Mensaje: Sitio de la Arquidiócesis Ortodoxa Griega de Buenos Aires y Sudamérica 

26 de enero de 2014

«Cristo no puede estar dividido»

En la conclusión de la Semana de oración por la unidad de los cristianos, el Papa preside las Vísperas en la Basílica romana de San Pablo Extramuros



La tarde del 25 de enero, el Papa Francisco se trasladó a la Basílica romana de San Pablo Extramuros para presidir, en la fiesta de la conversión del Apóstol de las gentes, las Segundas Vísperas, culminando así la Semana de oración por la unidad de los cristianos de este año.

Este octavario comenzó [en países del hemisferio norte] el pasado día 18. Y el tema de los textos de la Semana de oración de este año fueron tomados de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios: «¿Acaso Cristo está dividido? (1 Co 1, 1-17)». Una vez más, en esta celebración, en la Basílica papal de San Pablo Extramuros, participaron los representantes de las demás Iglesias y Comunidades eclesiales presentes en Roma; junto al clero y los fieles de la diócesis del Papa para renovar juntos nuestra oración al Señor, fuente de la unidad.

En su homilía, el Papa comenzó diciendo: «¿Está dividido Cristo?» (1 Co 1,13). La enérgica llamada de atención de san Pablo al comienzo de su Primera carta a los Corintios, que resuena en la liturgia de esta tarde, ha sido elegida por un grupo de hermanos cristianos de Canadá como guión para nuestra meditación durante la Semana de Oración de este año.

Y añadió textualmente: El Apóstol ha recibido con gran tristeza la noticia de que los cristianos de Corinto están divididos en varias facciones. Hay quien afirma: «Yo soy de Pablo»; otros, sin embargo, declaran: « Yo soy de Apolo»; y otros añaden: «Yo soy de Cefas». Finalmente, están también los que proclaman: «Yo soy de Cristo» (cf. v. 12). Pero ni siquiera los que se remiten a Cristo merecen el elogio de Pablo, pues usan el nombre del único Salvador para distanciarse de otros hermanos en la comunidad. En otras palabras, la experiencia particular de cada uno, la referencia a algunas personas importantes de la comunidad, se convierten en el criterio para juzgar la fe de los otros.

En esta situación de división, Pablo exhorta a los cristianos de Corinto, «en nombre de nuestro Señor Jesucristo», a ser unánimes en el hablar, para que no haya divisiones entre ellos, sino que estén perfectamente unidos en un mismo pensar y un mismo sentir (cf. v. 10).

Y prosiguió diciendo: Nuestras divisiones hieren su cuerpo, dañan el testimonio que estamos llamados a dar en el mundo. El Decreto sobre el ecumenismo del Concilio Vaticano II, refiriéndose al texto de san Pablo que hemos meditado, afirma de manera significativa: «Con ser una y única la Iglesia fundada por Cristo Señor, son muchas, sin embargo, las Comuniones cristianas que se presentan a los hombres como la verdadera herencia de Jesucristo; ciertamente, todos se confiesan discípulos del Señor, pero sienten de modo distinto y marchan por caminos diferentes, como si Cristo mismo estuviera dividido». Y, por tanto, añade: «Esta división contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura» (Unitatis redintegratio, 1).

Al reafirmar que Cristo no puede estar dividido. Y que esta certeza debe animarnos y sostenernos para continuar con humildad y confianza en el camino hacia el restablecimiento de la plena unidad visible de todos los creyentes en Cristo, el Papa Bergoglio recordó la obra de dos grandes Papas: los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II. Tanto uno como otro – dijo – fueron madurando durante su vida la conciencia de la urgencia de la causa de la unidad y, una vez elegidos a la Sede de Pedro, han guiado con determinación a la grey católica por el camino ecuménico.

El papa Juan, abriendo nuevas vías, antes casi impensables. El papa Juan Pablo, proponiendo el diálogo ecuménico como dimensión ordinaria e imprescindible de la vida de cada Iglesia particular. Junto a ellos, menciono también al papa Pablo VI, otro gran protagonista del diálogo, del que recordamos precisamente en estos días el quincuagésimo aniversario del histórico abrazo en Jerusalén con el Patriarca de Constantinopla, Atenágoras.

Y añadió: La obra de estos predecesores míos ha conseguido que el aspecto del diálogo ecuménico se haya convertido en una dimensión esencial del ministerio del Obispo de Roma, hasta el punto de que hoy no se entendería plenamente el servicio petrino sin incluir en él esta apertura al diálogo con todos los creyentes en Cristo. También podemos decir que el camino ecuménico ha permitido profundizar la comprensión del ministerio del Sucesor de Pedro, y debemos confiar en que seguirá actuando en este sentido en el futuro. Mientras consideramos con gratitud los avances que el Señor nos ha permitido hacer, y sin ocultar las dificultades por las que hoy atraviesa el diálogo ecuménico, pidamos que todos seamos impregnados de los sentimientos de Cristo, para poder caminar hacia la unidad que él quiere.

En este ambiente de oración por el don de la unidad, el Papa Francisco saludó cordial y fraternalmente al Metropolita Gennadios, representante del Patriarcado Ecuménico, a Su Gracia David Moxon, representante del arzobispo de Canterbury en Roma, y a todos los representantes de las diversas Iglesias y Comunidades Eclesiales presentes esta tarde en la Basílica de San Pablo Extramuros.

Y concluyó con estas palabras: Queridos hermanos y hermanas, oremos al Señor Jesús, que nos ha hecho miembros vivos de su Cuerpo, para que nos mantenga profundamente unidos a él, nos ayude a superar nuestros conflictos, nuestras divisiones, nuestros egoísmos, y a estar unidos unos a otros por una sola fuerza, la del amor, que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones (cf. Rm 5, 5 ). Amén.


Texto completo de la homilía del Santo Padre Francisco

«¿Está dividido Cristo?» (1 Co 1,13). La enérgica llamada de atención de san Pablo al comienzo de su Primera carta a los Corintios, que resuena en la liturgia de esta tarde, ha sido elegida por un grupo de hermanos cristianos de Canadá como guión para nuestra meditación durante la Semana de Oración de este año.

El Apóstol ha recibido con gran tristeza la noticia de que los cristianos de Corinto están divididos en varias facciones. Hay quien afirma: «Yo soy de Pablo»; otros, sin embargo, declaran: « Yo soy de Apolo»; y otros añaden: «Yo soy de Cefas». Finalmente, están también los que proclaman: «Yo soy de Cristo» (Cf. v. 12). Pero ni siquiera los que se remiten a Cristo merecen el elogio de Pablo, pues usan el nombre del único Salvador para distanciarse de otros hermanos en la comunidad. En otras palabras, la experiencia particular de cada uno, la referencia a algunas personas importantes de la comunidad, se convierten en el criterio para juzgar la fe de los otros.

En esta situación de división, Pablo exhorta a los cristianos de Corinto, «en nombre de nuestro Señor Jesucristo», a ser unánimes en el hablar, para que no haya divisiones entre ellos, sino que estén perfectamente unidos en un mismo pensar y un mismo sentir (Cf. v. 10). Pero la comunión que el Apóstol reclama no puede ser fruto de estrategias humanas. En efecto, la perfecta unión entre los hermanos sólo es posible cuando se remiten al pensar y al sentir de Cristo (Cf. Flp 2, 5). Esta tarde, mientras estamos aquí reunidos en oración, nos damos cuenta de que Cristo, que no puede estar dividido, quiere atraernos hacia sí, hacia los sentimientos de su corazón, hacia su abandono total y confiado en las manos del Padre, hacia su despojo radical por amor a la humanidad. Sólo él puede ser el principio, la causa, el motor de nuestra unidad.

Cuando estamos en su presencia, nos hacemos aún más conscientes de que no podemos considerar las divisiones en la Iglesia como un fenómeno en cierto modo natural, inevitable en cualquier forma de vida asociativa. Nuestras divisiones hieren su cuerpo, dañan el testimonio que estamos llamados a dar en el mundo. El Decreto sobre el ecumenismo del Vaticano II, refiriéndose al texto de san Pablo que hemos meditado, afirma de manera significativa: «Con ser una y única la Iglesia fundada por Cristo Señor, son muchas, sin embargo, las Comuniones cristianas que se presentan a los hombres como la verdadera herencia de Jesucristo; ciertamente, todos se confiesan discípulos del Señor, pero sienten de modo distinto y marchan por caminos diferentes, como si Cristo mismo estuviera dividido». Y, por tanto, añade: «Esta división contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura» (Unitatis redintegratio, 1). ¡Todos nosotros hemos sido dañados por las divisiones! ¡Ninguno de nosotros queremos llegar a ser un escándalo! Y por esto todos nosotros caminamos juntos, fraternamente, por el camino hacia la unidad, también haciendo unidad en el caminar, esa unidad que viene del Espíritu Santo y que nos lleva a una singularidad especial, que sólo el Espíritu Santo puede hacer: esa diversidad reconciliada. ¡El Señor nos espera a todos, nos acompaña a todos: está con todos nosotros en este camino de la unidad!

Queridos amigos, Cristo no puede estar dividido. Esta certeza debe animarnos y sostenernos para continuar con humildad y confianza en el camino hacia el restablecimiento de la plena unidad visible de todos los creyentes en Cristo. Me es grato recordar en este momento la obra de dos grandes Papas: los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II. Tanto uno como otro fueron madurando durante su vida la conciencia de la urgencia de la causa de la unidad y, una vez elegidos como Obispos de Roma, han guiado con determinación a la grey católica por el camino ecuménico. El Papa Juan, abriendo nuevas vías, antes casi impensables. El Papa Juan Pablo, proponiendo el diálogo ecuménico como dimensión ordinaria e imprescindible de la vida de cada Iglesia particular. Junto a ellos, menciono también al Papa Pablo VI, otro gran protagonista del diálogo, del que recordamos precisamente en estos días el quincuagésimo aniversario del histórico abrazo en Jerusalén con el Patriarca de Constantinopla, Atenágoras.

La obra de estos predecesores míos ha conseguido que el aspecto del diálogo ecuménico se haya convertido en una dimensión esencial del ministerio del Obispo de Roma, hasta el punto de que hoy no se entendería plenamente el servicio petrino sin incluir en él esta apertura al diálogo con todos los creyentes en Cristo. También podemos decir que el camino ecuménico ha permitido profundizar la comprensión del ministerio del Sucesor de Pedro, y debemos confiar en que seguirá actuando en este sentido en el futuro. Mientras consideramos con gratitud los avances que el Señor nos ha permitido hacer, y sin ocultar las dificultades por las que hoy atraviesa el diálogo ecuménico, pidamos que todos seamos impregnados de los sentimientos de Cristo, para poder caminar hacia la unidad que él quiere. ¡Y caminar juntos ya es hacer unidad!

En este ambiente de oración por el don de la unidad, quisiera saludar cordial y fraternalmente a Su Eminencia el Metropolita Gennadios, representante del Patriarcado Ecuménico, a Su Gracia David Moxon, representante del arzobispo de Canterbury en Roma, y a todos los representantes de las diversas Iglesias y Comunidades Eclesiales que esta tarde han venido aquí. Con estos dos hermanos, en representación de todos, hemos rezado en el Sepulcro de Pablo y hemos dicho entre nosotros: “¡Oramos para que Él nos ayude en este camino, en este camino de la unidad, el amor, haciendo camino de unidad!”. La unidad no vendrá como un milagro al final: la unidad viene en el camino, la hace el Espíritu Santo en el camino. Si nosotros no caminamos juntos, si nosotros no rezamos unos por otros, si nosotros no trabajamos en tantas cosas que podemos hacer en este mundo por el Pueblo de Dios, ¡la unidad no vendrá! Se hace en este camino, en cada paso, y no la hacemos nosotros: la hace el Espíritu Santo, que ve nuestra buena voluntad.

Queridos hermanos y hermanas, oremos al Señor Jesús, que nos ha hecho miembros vivos de su Cuerpo, para que nos mantenga profundamente unidos a él, nos ayude a superar nuestros conflictos, nuestras divisiones, nuestros egoísmos, ¡y recordemos que la unidad siempre es superior al conflicto! Y nos ayude a estar unidos unos a otros por una sola fuerza, la del amor, que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones (Cf. Rm 5, 5). Amén.





(María Fernanda Bernasconi – RV).
Fuente: Radio Vaticano



Celebración de vísperas de la fiesta de la conversión del Apóstol San Pablo, conclusión de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos en Roma


Video completo de la celebración
(KTO - Televisión católica francesa: audio original con comentarios en francés)




Librito de la celebración [pdf]